domingo, 30 de septiembre de 2007

Uvas que se atragantan




Once mil españoles, muchos de ellos extremeños, cruzan la frontera cada año para trabajar en la recogida de la uva francesa en el Midí o hasta la Borgoña. Como consecuencia, nuestro país se queda sin la mano de obra necesaria para recoger la uva durante la vendimia. Tan solo la provincia de Ciudad Real, requiere de 30.000 jornaleros. Los agricultores españoles recurren, en su mayoría, a los inmigrantes que vienen de Rumania y de Bulgaria y que, al terminar su trabajo en Castilla-La Mancha, llegan a Valencia para recoger la cosecha de naranjas y de hortalizas, después.

En Francia, los jornaleros españoles cobran más de diez dólares por hora, reciben alojamiento con agua corriente, cocina y baño, además de contar con prestaciones sociales, incluidas las ayudas económicas por cada hijo. En España, los trabajadores de Europa del Este que recogen la uva cobran 50 dólares por una jornada de trabajo que se extiende hasta las trece horas. Parte de ese dinero termina en manos de un intermediario de la misma nacionalidad que les consigue el trabajo y al que, como sucede con los coyotes que transportan a los emigrantes mexicanos a EEUU, le pagan con “gratitud”, “lealtad” y mucho temor, por lo que procuran no desvelar las condiciones en las que subsisten.

Algunos viven con sus familias en grandes tinajas que pueblan el paisaje de La Mancha, entre colchones desvencijados en los que duermen entre jornada y jornada. Los niños de muchas de estas familias mendigan o reciben asistencia de organizaciones como la Cruz Roja para no pasar hambre.

A diferencia de los españoles que cruzan la frontera, estos inmigrantes no cuentan con contrato laboral ni con permiso de trabajo y, por tanto, no cotizan ni un dólar en el sistema de seguridad social, por lo que tampoco cuentan con ningún tipo de prestación. Todo esto a pesar de que Bulgaria y Rumania se han convertido en miembros de la Unión Europea este año.

Esto se debe a la moratoria que el Gobierno español impuso a estos dos países y que impide trabajar a búlgaros y rumanos si su empleador no solicita a la Administración un permiso con dos meses de antelación. El Gobierno de Castilla-La Mancha había recibido menos de 13.000 de estas solicitudes hasta hace una semana, cuando las cerca de 30 hectáreas que abarca la provincia de Ciudad Real necesitan 30.000.

Mientras los empleadores se excusan por la escasa rentabilidad de la vendimia, prometen para el próximo año seguir las “reglas de juego” y se escudan tras el argumento de que es imposible tramitar permisos de trabajo cuando no se conoce el número de personas extranjeras que vendrán para participar en la recolección.

La dependencia que la industria del vino en España tiene del trabajo irregular es un ejemplo de lo que ocurre en otros sectores empresariales que reciben un gran número de inmigrantes.

Cada año, una conocida constructora de la ciudad norteamericana de Indianápolis celebra un acto para sus casi mil trabajadores irregulares, mexicanos en su mayoría, en el que se le pagan 200 dólares al traductor, que repite en español el mensaje de agradecimiento hacia los “hermanos mexicanos” del dueño de la empresa, que les explica a los asistentes cómo procede la gran rifa y que lee en español los números ganadores. Este agradecimiento no se corresponde con el discurso de alerta contra los peligros de la inmigración descontrolada.

“Soy testigo del cambio social que ha vivido España en las últimas décadas a través de mis trabajadores”, comentó a un diario español Nick Thompson, dueño de unas fincas en Francia que contratan a españoles desde los años setenta. Antes vivían como hoy viven los rumanos que llegan a tierras españolas, pero la puesta en marcha de políticas sociales les ha dado una prosperidad económica que les permitió volver a España para cumplir sus sueños y para contribuir en la construcción de la democracia y del Estado de bienestar.
Como parece que esto es lo que hay, a uno se le pone la cara verde en pensar que estos benefactores son de los que se suben a tractores para protestar por lo malo que está el campo. Y los pobrecitos inmigrantes la palman en medio de tajo, ya van tres, pero no pasa nada, este año cosecha extra.
Mala uva y malos patrones en esta Europa de mercaderes y desgraciados antiguos habitantes de los paises del Este que creyeron que entrar en la UE era llegar al El Dorado.
Ahora, como en Italia, Piove? "porco Goberno" y la culpa la tiene ZP de esto y de todo lo demás.