sábado, 21 de junio de 2008

¿Hacia donde va la izquierda?

De pronto, El Estado se encontró con serias y graves movilizaciones "inorgánicas", de camioneros y de pescadores, sociologicamente situados en la derecha. Si el poder de los sindicatos, en especial los denominados sindicatos de clase: CC.OO. y la UGT, lo utilizaran para acabar con el maniqueísmo y la ilusión de hacer tabla rasa de muchas cuestiones, y proponer conjuntamente con la izquierda política una nueva concepción del futuro, no nos encontraríamos con esas dificultades que emergen en cada momento y a las que nos cuesta darle respuestas concretas y aún menos encontrarle explicaciones.
En una entrevista al Diario Público, de Portugal, José Saramago, una vez más puso el dedo en la llaga con sus certeras afirmaciones: "À direita não lhe interessa as ideias, porque pode governar sem elas; à esquerda deviam interessar-lhe as ideias, porque não tem outra maneira de governar senão com elas (...) .
Sin ideias, la izquierda se va poco a poco apagando. Y más ahora, cuando la pretendida salvación de la izquierda es la de la aproximación a ese "idílico centro sociológico". Pero la aproximación al centro es acercarse y confundirse con la derecha.
Modestamente pienso que la izquierda no posee ideas propias porque dejó de leer, de estudiar, de reflexionar, de analizar. Aceptó el pretencioso discurso de esa anomalía política, denominada pragmatismo, e incorporó a su concepto de democracia el funcionamiento dominante del capitalismo globalizado. La derecha que se retroalimenta en los aparatos idológicos de escuelas, universidades y la ayuda, siempre fiel, de aquellos que dicen que su reino no es de este mundo, no desprecia las ideas, simplemente no las necesita, porque dispone de vehículos privilegiados, como por ejemplo, la cultura, las artes y los poderes mediáticos para la trasmisión de sus herencias de poder. Las omisiones y los olvidos deliberados, la desaparición de nombres trascendentes, la preeminencia de esos nuevos autores "neutrales", sobre los comprometidos, son parte de la misma ceremonia. Hace más de 40 años que la izquierda aceptó como garantía insensata la solidez de la democracia. El Mayo francés del 68 conmovió esa certeza, poniendo en cuestión ese "estado de paz" y descubrió la cara más fea del capitalismo y sus excesos.
Estas emergentes "huelgas" nos han llevado a la perplejidad, no solo a la sociedad en general,sino a una izquierda que no ha sido capaz de encontrar respuestas fuera de las que existen en los manuales orgánico-partidarios, en un Gobierno carente de iniciativa para afrontar rápidamente el problema. Me temo que si no no profundizamos en interrogarnos sobre dichos hechos, una vez más se habrá demostrado la hegemonía del pensamiento único. Si nos convertimos en una izquierda atónita está claro que la derecha no necesita ideas.
La complejidad de las crisis mundiales, la desaparición de la izquierda comunista, el retroceso del socialismo europeo, si no somos capaces de rearmarnos de nuevo, seguirán consolidando al neoliberalismo, que acarreará el más nefasto retroceso histórico del que tengamos noticias. Sin embargo, a mi me parece que la fuerza inexpugnable del "sacrosanto mercado" y lo que subyace en sus profundidades, consiste, también, en su fragilidad. El Gobierno de España tardó en responder con la celeridad necesaria, pero muchos si se dieron cuenta de esa fragilidad porque, una vez más, algo estremeció ese esquema y ahí reside la esperanza de recuperar la iniciativa.